03 diciembre 2005

86 - Capítulo ochenta y seis

Capítulo 86 – OCHENTA Y SEIS “SINFONÍA TRASHUMANTE” ® (1996)
Daniel Mc Riley

IMÁGENES (SEIS) - Abandonar la posibilidad de ser en el Otro


Calma y tormenta (Enrique Morel, Oleo pastel, 2005)

Que la vida está llena de traiciones es una afirmación algo desencantada y realista. Pero que la amistad arrastra desde su inicio mismo a la traición, no es un juicio sencillo de comprender.

Nicolás Rimsky no se cansa de recordar que la traición distintiva de toda amistad es abandonar la posibilidad de ser en el Otro. Y que su reiteración genera la destrucción de un vínculo, aunque exista plenitud de sentimientos elevados.

Nicolás recuerda un episodio oscuro de su vida que confirmó su teoría. La imagen es simple: durante meses ha quedado varado en su cama, sin enfermedad o accidente alguno. Ha desatendido sus mínimos gestos de autoestima (no se baña, no se afeita, no se cambia la ropa) y su única actividad consiste en mirar hipnóticamente la televisión. Por lo tanto, se resiste a existir y desea olvidarse del tiempo.

El tiempo es una idea (así fue fijado el concepto, que leyó alguna vez de un meritorio escritor que no recuerda) y si desde su trono privado él logra borrar esta idea, el tiempo desaparecerá.
Curiosamente, hubiese deseado en su fuero íntimo que alguien entre de golpe a su casa y lo despierte de esa extraña narcolepsia existencial. Hubiese deseado que alguien fuese testigo de tamaña insensatez y lo obligue a bañarse, cambiarse la ropa y ver la luz del sol. Pero nadie está. Y nadie llegará a su casa. Sin embargo, recibe señales.

Su amigo de infancia Sergio Korsakov le envía cartas desde un lugar lejano, relatándole originales vivencias con montañeses rústicos. Pero omite mencionar los momentos compartidos antes del viaje y ni siquiera pregunta por su salud.
Nicolás recibe las cartas con absoluta indolencia; pese a su estado, tiene arranques de ira (desearía quemar tanta palabrería absurda), pero detiene sus intenciones al entender que Sergio no sospecha su actual situación de parálisis, y que sólo desea mantenerse en contacto con su amigo distante.

En otro lugar y otro tiempo, Sergio Korsakov sabe (o sospecha) que su amigo ha ingresado en un vacío espiritual, pero evita enfrentarlo porque le generan pánico las posibles reacciones de Nicolás. Estas conductas son denominadas -según el código en común- como "lutos", y este amigo lejano no desea entrometerse en el abismo de aquéllos estados tan singulares (y para él absurdos), porque cree que correría peligro el vínculo de tantos años.


Nicolás ha clausurado toda posibilidad de intervención del Otro. También ha cerrado todas las ventanas y se mantiene fijo en su cama.
En un universo paralelo, Sergio comienza a sentir un temeroso respeto por el luto de su amigo y descarta toda intervención. Aunque parezca extraño, el problema de Nicolás lo afecta mucho y hasta cierto punto comienza a vivirlo como propio. El Otro constituye la posibilidad de ser.

Korsakov está convencido que la pregunta incesante es "¿Cómo eras antes de que yo existiera", porque -así afirma- " ...justamente la presencia del Otro me constituye...". Sin el Otro, no soy. Inmerso en estas especulaciones, es incapaz de salir de su cómodo rol de testigo silencioso.
Cuando sale a caminar por las montañas, comienza a lucubrar las peores resoluciones posibles: que Nicolás se vuelva loco y quede internado en un hospicio, que termine sus días tirado en alguna alcantilla de un barrio sórdido y otra posibilidades más amables. Rodeado de tanta belleza agreste, Sergio no desea aceptar que su amigo sea incapaz de apreciar sus propios valores y se resista a vivir plenamente a causa de sus imprevisibles conductas.

Una noche calurosa, Nicolás no soportó más su aislamiento, tomó el teléfono y pidió una comunicación. Pero no llamó a Sergio. Llamó a esas líneas públicas de asistencia al suicida y planteó con serenidad a una voz anónima: " - Me siento muy mal. (...) No tengo a nadie que comprenda mi vacío de vida. Siempre hice el bien, soy un tipo sano y cuando alguien me necesitó, acudí en su ayuda, brindando todo mi tiempo y mi afecto, sin condiciones. Me siento traicionado. Así no quiero vivir. Me abandonaron a mi suerte. (...)" -. Lógicamente, la voz anónima respondió un mensaje vacío y repetido, con frases dignas de un manual de autoayuda, tales como "la vida merece ser vivida" o "usted no está solo, yo lo escucho".

Muchos años después, Nicolás viaja a las montañas y se encuentra con su amigo de infancia. Sergio reacciona como si el tiempo no hubiese existido y se alegra enormemente de recibir en su casa a Nicolás.
Ninguno de los dos menciona aquel estado de luto existencial y el silencio cómplice atormenta a Sergio, porque él mismo negó la posibilidad de ser del Otro, y la suya propia, al abandonarlo. Por cobardía, o por excesivo respeto, negó su intervención. Hoy encuentra a su amigo vencido por las circunstancias y en la misma situación de incertidumbre simétricamente a cuando eran adolescentes.

Por su parte, Nicolás relata sus diferentes traiciones afectivas: un amigo lo estafó, una novia se cansó de sus taras (la última vez que lo encontró, se despidió diciéndole secamente "tarado"), otros amigos lo utilizaron para beneficio propio y finalmente él mismo se olvidó de vivir.
Sergio, conmovido, le responde: " - Te doy lo poco que tengo. Aquí está mi casa, y mañana mismo hablaré en la Municipalidad para ver si te consigo un trabajo. Me apena que nunca me hayas llamado o escrito: siempre esperé tus noticias. Yo no sería capaz de traicionarte como lo hicieron los demás, pero si hubieses dejado de lado tu orgullo y me hubieses considerado como alguien digno de tu confianza, yo habría salido en tu ayuda y te habrías ahorrado tantos disgustos -".

A esto, Nicolás respondió (en otro tiempo, en otro lugar): " - ¿Y por qué te olvidaste de tu amigo Nicolás? En aquel tiempo yo no necesitaba de tus relatos de viaje, necesitaba de tu comprensión y que acciones para bien en mi vida. No fuiste capaz de intervenir, y por eso mismo también me traicionaste. Eres mi único amigo, y por respetar mis insensateces al extremo, no fuiste capaz de reaccionar a tiempo en el momento exacto. Pero el tiempo no es una cosa, es una idea -".

Ustedes se preguntarán: "¿Quién traicionó a quién?... ¿Es posible perdonar la inacción de alguien que abandona la posibilidad de ser en sus afectos, es decir, en sí mismo?... ¿Existe el remordimiento?".


Esta historia podría resolverse en un fin trágico, sórdido o esperanzador. Es un detalle incidental.
Pero es ineludible contemplar como válida la inquietante tesis de Nicolás: que la amistad, aún en sus mejores intenciones, arrastra desde su inicio mismo a la traición.

Constituyen las dos temporalidades de un mismo evento.

02 noviembre 2005

87 - Capítulo ochenta y siete


Arrebol en cuatro tiempos (Foto: Daniel Mc Riley)

Capítulo 87 – OCHENTA Y SIETE
“SINFONÍA TRASHUMANTE” ® (1996) Daniel Mc Riley

IMÁGENES (SIETE) - La ignorancia y la conciencia
LA FELICIDAD DE LA IGNORANCIA

Daniel Dupont es dueño de un local bailable; sus padres le regalaron no hace mucho un apartamento céntrico. No hace mucho cambió de automóvil, y como sorpresa, llevó de paseo a su novia por grandes autopistas. Ella lo adora porque es visualmente atractivo, buen amante y experto seductor. No hace mucho decidió viajar un fin de semana al Caribe. No hace mucho despertó de un sueño profundo de veinte horas.

Solamente puedo rescatar un comentario general que hizo una noche a sus empleados. A Dupont le agrada alardear ante cualquier espectador disponible: "- ¿Vieron a la rubia del 'Alexander´?... sí, la que no usa corpiño, ésa...el viernes me la voltée como quise ...gozó como una perra en la cama... ¡Cinco polvos me mandé, cinco!...¡Ah!...¡Qué linda putita!...por suerte la bruja está de viaje con mis suegros, no me imagino el quilombo que se me armaba con estos dos chupones que me dejó acá....sí, acá... ¡Miren!...¡Es la mujer-vampiro!... cuando venga de nuevo, le preparan a la rubia un 'Séptimo regimiento´especial, así me la dejan borrachita para mí solo, eh?-"

A Daniel Dupont nada le preocupa más en la vida que encarnar la imagen que durante años construyó con precisa e inmaculada perfección.



Tormenta (Enrique Morel, Oleo pastel, 2005)

LA SABIDURÍA DE LA IGNORANCIA

El día que Doña Fidelmira Freire cumplió cien años, todo el pueblo esperó con ansiedad su tributo.
Ella era la narradora, la voz de aquel pequeño mundo perdido en todos los mapas, la cantora de los versos finales en un siglo que terminaba.

El pueblo decidió agasajarla en la escuela. Si bien la anciana era analfabeta, siempre soñó estar sentada en el sillón de la maestra.

Doña Fidelmira quiso ofrendar sus versos de despedida. Con especial dedicación, dictó durante cuatro tardes a su nieto Matías el último poema, su visión del universo y de la vida, las palabras justas para ser leídas durante el agasajo, frente a todos aquellos que la quisieron bien.

Matías leyó el mundo.

Una constelación que todavía existía en el espíritu conocedor de la abuela comenzó a relatar. Cuando el sol se ocultó, las palabras surgieron poderosas:

"1- A veces por la tarde
contemplo silenciosa
el cielo vaporoso
teñido de arrebol
escucho el manso ruido
del agua cristalina
cual música divina
que alegra el corazón.
2- Si sopla de repente
algún vientecillo blando
las flores jugueteando
se besan con amor
agitan sus corales
y dícense secretos
y el Céfiro indiscreto
repite 'Adiós, adiós'.
3- También los pececillos
se agitan en la fuente
el agua transparente
salpica en derredor
asoman sus cabezas
pequeñas y brillantes
respirando su instante
y al fin dicen 'Adiós'.
4-Escucho los gorjeos
dulcísimos y suaves
con que las tiernas aves
despídense del sol
me embriago en el perfume
del aire embalsamado
y exclamo transportado
que existe un Creador."

Todos aplaudieron, lloraron y bailaron hasta el amanecer.
El fin del mundo no es cosa de todos los días.




Cien años de Patagonia (Foto: Daniel Mc Riley, 2005)


LA RESPONSABILIDAD DE LA CONCIENCIA

Cada día guarda una secreta ley que se cumplirá en algún futuro.
Así concibe su vida Edgardo Russo, prestando cuidadosa atención a las sutiles repeticiones, a las miradas y los gestos que nadie repara, y que en cambio a él le fascinan.

Durante un viaje en tren de cercanías, Edgardo Russo se pregunta: "-¿Cuál es la señal que nos distingue? ¿Qué nos convierte en únicos frente a las felices miserias de los demás? ¿Existe alguna mirada, algún gesto, que nos separe inexorablemente del manto uniforme de la mediocridad?-"

"(...) -¿El verde que veo tras la ventanilla es el verde de la vegetación del mundo?...¿O somos apenas un tajo imperceptible sobre una superficie continua que corporiza a los otros, un tajo que nadie puede divisar?- (...)"

El viaje en tren continúa hacia algún destino, el tiempo sobra y Russo anota en su libreta privada:

"La mía es una escritura sobre el mundo, que lo atraviesa.
Por primera vez siento la solitud, sin estar solo, porque estoy en los otros.
Estoy en mi isla, sobre un océano que acaso nunca llegue a comprender en sus rituales, en sus secretos movimientos.
El océano es la gente del mundo.
Y yo mismo soy una isla deslumbrante fuera del horizonte.
Por eso siempre quise navegar: el día que yo deje de ser un niño, dejaré de ser un hombre.
Soy el niño más feliz de la Tierra."

Edgardo Russo finalmente se baja en una estación donde nadie viaja.

Un perro del andén olfatea sus zapatos y se ríe.



San Galgano, Italia, escena de la catedral del film "Nostalghia" de Andrei Tarkovski




02 septiembre 2005

88 - Capítulo ochenta y ocho


"Resplandor cósmico" (Enrique Morel, Oleo pastel, 2005)


Capítulo 88 – OCHENTA Y OCHO
“SINFONÍA TRASHUMANTE” ® (1996) Daniel Mc Riley


AMARILLO:

Todo existente tiende a ser atraído por sus pares, y a repelerse con sus dispares.
Allí está el origen de todo juicio.

ROJO:

Cuando nace un hijo, a partir de ese día comenzarás a morir un poco, día a día, durante los años que te queden por vivir.

AZUL:

Todos somos padres.
Todos somos hijos.
Todos somos amigos.
¿Pero seríamos capaces de dar la vida para serlo?

BLANCO:

¿Qué es es lo general?
Lo general, literalmente, es lo simplemente vulgar, pero sin pretensión ni orgullo por su condición. Una persona es general no por su simpleza, sino porque no emana otro discurso que el empaste de gestos, palabras, actos y situaciones comunes que se repiten en millones de seres más.

VERDE:

"A la pregunta: "-¿Vale la pena tanto sacrificio?-", yo te respondo: sólo existen escasos seres en el mundo de los sacrificios. A ellos he brindado las ofrendas más trascendentes y absurdas de mi vida.
La respuesta es absurda, como mis afectos.
Pero de grandes absurdos surgen historias verdaderas.
Siempre aquello que amamos se nos ofrece como un enigma.
Nuestras acciones más sublimes son siempre absurdas, porque desconocemos el sentido de ese punto de inflexión en el tramado de las vidas ajenas y nuestra propia existencia.
Y si no fuese así: ¿Acaso todo sería inexorablemente distinto?".

NARANJA:

Si estamos aferrados a nuestras miserias y las mostramos, nunca podremos desarrollar nuestras fantasías.


19 agosto 2005

89 - Capítulo ochenta y nueve


Ultimo rayo de sol reflejado (Foto: Daniel Mc Riley)

Capítulo 89 – OCHENTA Y NUEVE

“SINFONÍA TRASHUMANTE” ® (1996) Daniel Mc Riley

¿Es posible ir construyendo los enigmas del ser amado?
¿Es posible que la vida nos brinde la oportunidad de reconocer los secretos de la persona amada?... Sí, es posible. Pero sólo en su ausencia, sólo en su definitivo vacío que nuestra vida ya no puede reconocer. La ausencia es la posibilidad de vivir todo aquello que la presencia nos negó u ocultó.

Nada se pierde. Eventualmente, los vacíos que no pudimos compartir de un ser amado, nos serán devueltos (es más: diría "ofrecidos") a partir de aquellos nuevos encuentros con seres que aún desconocemos.

Compartir momentos es aquello que está a nuestro alcance.
Compartir los secretos de otra persona, aquello que es inasible por naturaleza, es un desafío azaroso que podría llegar a sorprendernos.

Supongamos la siguiente situación: por azares de la vida, una persona comienza a captar demasiada información sensible de quienes lo rodean. Descubre que sus propias acciones no le son propias ni absolutamente individuales, sino que forman parte del tramado de actos de un ser ausente. Descubre en su propia vida los secretos del Otro, secretos que acaso fueron sospechados, pero jamás revelados.

La pregunta incesante que todos nos hacemos frente a un ser amado es ésta: "¿Cómo eras, cómo vivías, como sentías antes de nuestro encuentro?"; que es lo mismo que decir: "¿Cómo eras antes de existir?".

Habrán aspectos que acaso sean confiados, pero lo verdadero, lo sublime, lo desgarrado, formarán parte del territorio del misterio. La gracia y la desgracia de percibir demasiado es vivir cada acto de nuestras vidas como la resolución involuntaria de enigmas, no de cualquier persona, sino del ser amado.

Y cada acto vivo, por lo tanto, demuestra la inexorable dependencia de nuestra presencia en el mundo con nuestras ausencias amadas. Compartir el vacío de aquello ignorado que vivió algún ser amado, quizá sea el lazo que nos vincula a su ausencia.

Y la ausencia no es otra cosa que una presencia constante, abrumadora, sobre cada acto de nuestras vidas.

Siempre aquello que amamos se nos ofrece como un enigma.
El silencio y el secreto es el lazo más profundo que nos une al ser amado, y no la exaltación de una vida compartida.

09 agosto 2005

90 - Capítulo noventa




Paraje "Los llanos" en la Cordillera del Viento, Andacollo, Patagonia Argentina. Foto: Daniel Mc Riley, mayo 2005

Capítulo 90 – NOVENTA

“SINFONÍA TRASHUMANTE” ® (1996) Daniel Mc Riley


En el medio de este camino, veo aquella montaña y la distancia azul que me aproxima a ella. Soy un experto en caminos. Y cada lugar tiene un rostro oculto.
Aquella montaña tiene el rostro hermoso y secreto de mis enigmas.

En general, la gente busca un amor, una persona que la complete. Si bien soy consciente de que no existe un ser puntual que me complemente, existen afectos que son algo así como piedras de mi montaña. Y mi montaña es un paisaje de soledad, y me siento pleno en mi propio mundo.

Sin las piedras de mi montaña, sin mis afectos, mi vida pierde dimensiones. Siempre preferí ver desde las alturas del mundo, allende la mirada casual; de lo contrario, descartaría esa posibilidad incesante y eterna de fundirme en figura y fondo, de ser uno entre el oleaje del sentir y el pensamiento, de formar parte de la imagen imposible que todos anhelamos ser.

Cada piedra, cada afecto, me van completando y elevando.
No tengo posibilidad de evadirme de esta responsabilidad, sabiendo que al definir mi mundo privado, estoy demarcando el territorio de mis afectos, y eventualmente, el sitio para ser amado.

No sé bien qué es llegar a una geografía interior que me complete.
Definir mis afectos es establecer y definir un lugar.
Un punto en el mejor de los mundos posibles.
Un lugar donde mi mirada sobre el mundo se vuelva más amplia, como el vuelo de mis ojos sobre la distancia azul de mis montañas.
Un lugar donde sólo pueda pensar y obrar en el amor.

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